La Asociación Salvadoreña de Trabajadores Municipales (ASTRAM) no ha presentado ante el ministerio de Gobernación los estados financieros de los años 2014, 2015, 2016,2017 y 2018. Tampoco ha presentado credenciales de sus juntas directivas.
Rolando Castro se vende como un sindicalista que lucha por los derechos de los trabajadores. Pero lo cierto es que no es sindicalista (al menos en la alcaldía de San Salvador, donde es funcionario, no goza de fuero sindical) ni tampoco lucha por los derechos de los trabajadores. Lo único que hace es velar por sus propios intereses y los de sus patrones, según informaron a Diario 1 personas que laboran en la municipalidad de San Salvador.
ASTRAM tampoco es un sindicato, sino una asociación de trabajadores. Así lo establece documentos de la alcaldía capitalina.
Diario 1 tuvo acceso a un informe de la Unidad de Acceso a la Información Pública del ministerio de Gobernación sobre los estados financieros y las credenciales de las juntas directivas de ASTRAM (de 2014 a 2018).
La Dirección General de Asociaciones y Fundaciones sin Fines de Lucro de ese ministerio respondió lo siguiente: “Sobre el particular le informo que la referida entidad no ha presentado ningún estado correspondiente al período señalado, ni tiene ninguna Junta Directiva vigente inscrita”.
Esa información respaldaría la hipótesis de que ASTRAM es la fachada de un grupo de presión callejero que utiliza Rolando Castro para amenazar y coaccionar a los adversarios de sus patrones.
A pesar de estar legalmente inscrita, ASTRAM no cumple con la normativa legal que rige a las asociaciones inscritas en el ministerio de Gobernación. Tampoco transparentan sus acciones.
Matones y derroche de dinero público
Si Rolando Castro no es sindicalista ni ASTRAM es un sindicato, ¿por qué se venden como tal e invierten tiempo de horas laborales para organizar marchas y protestas que no benefician en nada a la alcaldía de San Salvador, la cual les paga sus salarios con el dinero de los impuestos de los capitalinos?
Hay quienes dicen que Rolando Castro, y algunas personas que componen ASTRAM, es una banda de corruptos y matones que no trabajan por el beneficio de la institución pública que les paga sus salarios (en este caso la alcaldía de San Salvador), sino por intereses personales. Rolando Castro dirige un grupo de presión callejero con presencia en ciertas páginas en Internet para desprestigiar y atacar a empresarios y personas que consideran adversas a los intereses de sus patrones.
Es por ello que pese a no tener fuero sindical, Rolando Castro ha encabezado durante varios años un ejército de personas que, con los ánimos desbordados y actos de violencia, tratan de intimidar a sus adversarios.
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Foto D1: Guillermo Ortiz.
Castro, incluso, se ufana al decir que tiene el poder de “paralizar el país entero” con su “sindicato”. La lista de desórdenes que Rolando Castro ha generado es larga. El 22de marzo de 2018, Rolando Castro dirigió desde una entrevista televisiva una virulenta manifestación.
El empleado municipal instigó públicamente a un grupo de miembros de ASTRAM para que protestaran frente a MOLSA, una de las empresas del presidente de Fundación Transparencia.
Los manifestantes, dirigidos por Castro, bloquearon las calles del Bulevar del Ejército y crearon un caos vehicular. Pero, ¿quiénes son estos manifestantes?
En abril de 2018, Fundación Transparencia compartió a la alcaldía de San Salvador un legajo de documentos que probaban la existencia de una amplia y profunda red de corrupción en la comuna capitalina.
Los documentos son una serie de listas de presuntas plazas fantasmas en el interior de la alcaldía y que estarían siendo pagadas con dinero público, es decir, con los impuestos que la municipalidad le cobra a los capitalinos. El cabecilla de esa red de corrupción sería Rolando Castro.
Entre esos documentos hay uno titulado “Nómina de personal que cobra salarios y horas extras sin trabajar en la alcaldía de San Salvador”. Abajo aparecen centenares de personas que están siendo pagadas por servicios que no realizan. Hay salarios desde 300 hasta más de 1,000 dólares.
¿Para qué sirven estas plazas fantasmas? Muchas de estas personas son mercenarios que están dispuestos a todo a cambio de un salario que es pagado con dinero del pueblo y que ellos no justifican.
Por ejemplo, una persona puede aparecer en alguna planilla como barrendero. Recibe un salario pero no cumple su función. Solo cobra el día de pago. Su manera de retribuir ese favor es haciendo lo que los corruptores les pidan.
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