Los hermanos José Abel, José Marcos y José Margarito, todos de apellido Ángel Hernández, eran tan unidos que incluso ingresaron juntos a la misma pandilla. Todos son integrantes de la clica Los Indios Locos Salvatruchos que opera en la zona rural del municipio de San Cristóbal, en el departamento de Cuscatlán.
El puesto policial de la localidad ya los tenía perfilados como pandilleros a los hermanos José Abel, José Marcos y José Margarito, alias El Galleta, El Chucho, y El Pechón, respectivamente. El Chucho era muy útil para las filas de la pandilla, ya que es exsoldado que brindaba técnicas militares para los golpes criminales de Los IndiosLocos Salvatruchos.
La “hermandad” con la pandilla terminó el día que Carlos Eduardo González, alias Guayo, supo que los hermanos acosaban a su compañera de vida. El Guayo era el segundo palabrero al mando de Los Indios y había decidido que El Galleta, El Chucho, y El Pechón tenían que morir.
La orden estaba por salir a los gatilleros. Los hermanos no tenían escapatoria; su sentencia de muerte estaba dada por la pandilla, pero ellos no iban a dejar que esto ocurriera y decidieron adelantarse.
El Galleta, El Chucho, y El Pechón comenzaron a postear a su excabecilla y le dieron seguimiento. La mañana del 3 de mayo observaron que iba con su compañera de vida, bajaron al río que cruza el caserío Los Ortiz, del cantón Santa Anita. Los tres hermanos esperaron con armas en mano a que regresara.
La mujer había lavado la ropa. Tanto El Guayo como ella cargaban los huacales con ropa mojada. Este era el momento que esperaban. El Galleta, El Chucho, y El Pechón salieron al camino, dejaron ir a la mujer con la ropa de su marido. Ella corrió. Solo escuchó estruendo de una ráfaga de balas que mataron a a El Guayo.
La venganza frustrada de la pandilla
La mujer contó lo que pasó y de inmediato Los Indios Locos Salvatruchos reaccionaron. Tenían que vengar el asesinato de El Guayo. El primer palabrero dio la orden y sentenció a los hermanos. También la Policía sabía qué había pasado y quiénes mataron al palabrero; desplegaron patrullas de la Sección Táctica Operativa (STO) para la búsqueda de los homicidas.
Los Indios Locos Salvatruchos se armaron con fusiles M-16 y pistolas, barras de metal y piochas; era un grupo de aproximadamente 15 pandilleros sedientos de venganza. No caminaron por veredas, avanzaron sigilosamente hasta la casa de los hermanos.
El Galleta, El Chucho, y El Pechón sabían qué se les venía. Con anticipación, El Chucho había preparado la defensa aprovechando su experiencia militar. La familia atrincherada escuchó las primeras detonaciones. La casa fue acribillada en puertas y ventanas. Algunos acechaban los caminos cercanos y otros se acercaban con piochas y barras metálicas para la incursión en la vivienda de material mixto. Los Indios Locos Salvatruchos saboreaban la masacre.
Cuando las balas pararon, los pandilleros comenzaron a perforar las paredes. Estaban confiados, pero El Chucho inició el contraataque con un revólver, los otros hermanos le secundaron con pistolas. Los Indios se replegaron.
Los postes (informantes) les advirtieron, en medio del enfrentamiento, que las patrullas policiales y militares se acercaban. Los Indios huyeron.
Al llegar al lugar, los agentes de la Sección Táctica Operativa (STO) de la Policía Nacional Civil (PNC) brindaron auxilio a los que estaban en la casa atacada, entre ellos estaban una señora de avanzada edad, un menor y una adolescente, pero la policía descubrió que estaban El Galleta, El Chucho, y El Pechón.
Fueron capturados y tendrán que enfrentar la justicia por los delitos de homicidio agravado, tenencia y portación de armas y agrupaciones terroristas.
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